PROBLEMAS Y SOLUCIONES
By CentroActualidad, BlogblogPROBLEMAS Y SOLUCIONES
Quien esté exento de pecado que tire la primera piedra (San Juan Capítulo 8: 1-7). La Santa Biblia
Bueno, esa significativa frase me sirve de introducción en el tema del artículo, acaso alguno de vosotros conoceís a alguien que no tenga problemas ?.
Se me antoja que todos, en una u otra medida, estamos más o menos despachados, lo que se dice bien servidos. Los más exitosos posiblemente tendrán menos que arreglar y los otros (quienes se han topado de bruces con varios frentes abiertos de modo simultáneo…), pues no sabrán muy bien ni por dónde meter mano para intentar paliar los diferentes avatares que la vida les haya puesto en su camino o trayectoria existencial.
Y claro está, ante semejante panorama, el papel de la MEDIACIÓN como fórmula operativa para solventar múltiples tipos de conflictos está más que justificado. Digamos que la idoneidad de su efectiva implementación viene determinada y condicionada en función de su innegable necesidad.
La mediación entendida como mecanismo (proceso, método, fórmula, etc…) inteligente para solucionar conflictos, cuya finalidad última es potenciar y aumentar la capacidad de resolución de los conflictos de forma no violenta a través del diálogo y el empleo de habilidades y herramientas comunicativas, mejorando las relaciones interpersonales, potenciando la búsqueda conjunta de soluciones satisfactorias para todas las partes implicadas en ese conflicto.
A cualquier persona le puede ser aconsejable acudir a mediación para resolver algún problema, sobre todo cuando de motu propio ya se han intentado alcanzar soluciones y éstas, por las razones que fueran, pues no han culminado. En definitiva, todas esas maniobras tendentes a resolver el conflicto resultan que al final han devenido del todo punto infructuosas.
El problema no sólo persiste sino que también, con frecuencia, las partes enfrentadas han sentido incrementada su recíproca hostilidad, su animadversión y su visión subjetiva y parcial acerca de la situación se ha agravado, incrementando el grado de incomunicación, su distanciamiento, cuando no estamos ante un significativo empeoramiento de la situación.
Ahora bien, llegados a este punto, estamos en un momento decisivo… porque lo trascendente no es ya el problema, sino la actitud que ante el mismo cada cual es libre de adoptar. Es justo esto lo que más nos diferencia a unos individuos de los otros.
En un momento dado, todos podemos ser viscerales… dejarnos arrastrar por nuestros primarios impulsos y confrontar abiertamente de modo verbal entrando una inútil pugna dialéctica donde difícilmente se va a conseguir nada bueno, salvo oir las voces abruptas hirientes del otro.
Otros reaccionan de muy distinta manera, su táctica puede ser la simple evitación, como si no tratando el tema… el problema fuera a disiparse como le sucede a esas nieblas de valles y montañas, cuando surgen los rayos solares que con su energía y calor pues acaban eliminándolas.
Claro que esto es sólo en mero espejismo, un simple aplazamiento, porque al volver a anochecer, esas mismas nieblas rebrotan y vuelven a impedir la nítida visión en todo aquel espacio que inundan…
Y en todas las ocasiones…, esto es una premisa incontrovertida, nos olvidamos de algo básico, esencial y fundamental para nuestro equilibrio emocional. EN OCASIONES TENER PAZ ES MEJOR QUE TENER RAZÓN.
Resolver el problema no sólo conlleva dotarlo de una solución mutuamente aceptada y satisfactoria para ambas partes, implica una carga adicional que, en ocasiones, pues pasa inadvertida pero que en verdad debiera ser la primera finalidad a conseguir: llegar a la paz con el oponente implica alcanzar un grado de bienestar importante, tan fundamental como la felicidad que te provoca dar la cuestión por zanjada.
Porque nos olvidamos que esta vida dura apenas un leve suspiro y que lo más fuerte y gratificante de este mundo es disfrutarla con salud y buena armonía. La paz de espíritu es básica para todo individuo.
En toda mediación ambas partes han de trabajar bajo la premisa de actuar con honestidad, en conciencia y bajo los principios de la buena fe. Ello supone estar dispuestos a transigir, a hacerse recíprocas concesiones, a ser capaces de empatizar y ver el conflicto desde el lado del otro…; recordad el viejo proverbio sioux que reza : «Antes de juzgar a una persona, camina tres lunas con sus mocasines», lo que implica no sólo calzártelos sino también usarlos, esto es, experimentar las vivencias del otro como propias, contemplar la situación con sus propias gafas, transitar desde tu posición hasta su personal perspectiva.
Ya sabemos todos que un pequeño paso puede suponer el tan ansiado cambio, ese punto de inflexión que provoca que todo se modifique… que ya nada vuelva a ser como cuando se comenzó a caminar…. Porque la evolución está ahí y lo tratado y trabajado siempre implican alteraciones de aquella visión primigenia del tema.
Para conseguirlo es indispensable tener la suficiente madurez en querer avanzar, la consciencia de lo que ello supone, el ánimo de llevarlo a efecto y no perder nunca el norte de lo que en verdad importa.
Llegamos hasta a ponernos enfermos, con altas dosis de enfermedad psicosomática, cuando un problemón nos atenaza y nos fuerza a adoptar posiciones enrocadas, que pretenden ser frías (carentes de emotividad), intentando prescindir de las emociones, mantenerlas a raya, controlarlas…. Afán ilusorio, porque no somos compartimentos estancos y aquello que nos duele (por mucho que lo neguemos) está ahí y siempre atenaza y hace daño (quizás más del que a priori se pueda sospechar o intuir).
Quien no ha experimentado en carne propia, o en la de algún allegado, o algún amigo querido…., esa profunda inquietud, la pesadumbre, la tristeza, la angustia que le supone cargar sobre sus hombros con un problema que en según que casos, le supera o, como poco, lo perturba y siempre le desestabiliza.
Cuando te comentan (o incluso te ha pasado a ti mismo -nuestras experiencias personales también juegan su papel, no somos seres asépticos aislados, vivimos y trabajamos en sociedad…) que no pueden más con esa dichosa jaqueca, que se ha tomado dos pastillas y que espera que el sueño reparador le aparte de las tormentosas zozobras que le suponen mantenerse en estado de áspera vigilia.
De ahí que la actitud a la hora de afrontar cualquier problema también sea determinante de cómo poder y querer abordarlos para resolverlos de forma satisfactoria y, en la medida de lo posible, definitiva.
Anoche mismo escribía que cuando aprendemos a oír al otro y comprendemos, cuanto menos respetamos, su postura…, y además somos capaces de empezar a oírnos a nosotros mismos , es cuando hemos crecido como personas.
Porque cultivar nuestro espíritu, alimentar nuestra alma, atender a los dictados de nuestro corazón no es síntoma de debilidad sino de fortaleza.
Es una parte trascendente de nuestra propia vida que refleja la autenticidad de quienes somos en realidad, conforma nuestra esencia como sujetos. Los seres humanos somos cuerpo, mente y espíritu. Experimentamos sensaciones, emociones, sentimientos, pasiones…. porque todos ellos son necesarios para nuestra vida.
En última instancia nuestro desarrollo personal como individuos sólo puede tener lógica y estar dotado de sentido en función de la consecución de la felicidad.
Y eso es lo que verdaderamente nos hace seres únicos y libres.
Un gran logro al que la mediación nos conduce de forma incuestionable.
Isabel Victoria Quesada Villanueva
Abogada y Mediadora